La recibo, sentado, en un momento obtuso y libertino de mi vida, en el que no entra un rayo de luz a mi cuarto y las flores que chorrean de los balcones me aplauden al verme madrugar.
Hoy me abrigo solo con lana, té y una rumbita desprejuiciada que no dudaré en compartir o regalar si así lo quiere.
Espero que esos ojos tan lejanos encuentren en mí andar un refugio. Que de esa risa ahumada brote un beso acolchonado y me enseñe a (querer) escuchar.
Que mimos serán mejor que tormentas y quemaduras.