Sobre tu
espalda que haya besos y tierra negra, mojada y fértil donde sembrar flores y
canciones.
Que haya
nubes de colores y un gran sauce barbudo donde dormir la siesta.
Ni dedos,
ni manos.
Ni sangre,
ni llanto.
Nunca más
el peso violento y fanático del tiempo, ni la inmunda culpa de la historia.
Nunca más
un cuervo babeándose en tus hombros.
Nunca más
cenizas, de otros fuegos, que congelan.
Que el
pájaro policromo besará la flor de loto y esta se abrirá, no solo de día, para
enamorar y enseñar. Para educar y disfrutar.
Y así,
momento a momento, seremos cristal, humo y mar.
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