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jueves, 16 de septiembre de 2010

Cuatro a eme.

Anoche acepté mi futuro.
Lo vi claramente durante dos segundos, como cuando se recuerda una cara, un gesto, una melodía. Y es tan intenso.
Me acostumbré a no malgastar tiempo en recorrer de lleno el camino que me lleva a la calma. A no invertir en equilibrio ni buscar que mi matriz sea sensible como un todo, que tenga la capacidad de crecer como crecen los árboles, por sus copas y por sus raíces. Por lo mundano y terrenal como por lo divino y vertical.
Admití que mi propio idioma es nulo. Que puedo dialogar con ser vivo que me proponga, a la manera que lo asimilen mis sentidos, pero no con los rincones de mi razón que se destiñeron, que hace tiempo ya declararon su independencia y por motu proprio se mantienen con vida.
Esta mutación de imágenes a palabras es solo para apaciguar un frió que quema las manos. Para arrancar intencionalmente la corteza rancia de mis tripas que, como flores de un vergel en llamas, sufren. Sufren por ser mías, no por ser tripas.
Y sin aliento ni asombro vuelvo a acostarme.
El peso de mi cabeza, que cede ante la ley de la gravedad, maquilla el impulso descontrolado de mi manía por atender a los pequeños charcos de mi personalidad que lloran de soledad, con la idea de que mañana leeré esta confesión como una tesis verborrágica acerca del insomnio y la maldición de tener que madrugar.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Hoy

Cielo indiscutiblemente nublado.
Vientos superiores a los veinticuatro kilómetros por hora.
Se va a terminar de hacer de noche (la gente descorazonada y ridícula le dice oscurecer) a las seis y treinta y tres pe eme.
Un poco de irritabilidad, por el sueño quizás.
Con algún insulto nos sacamos de encima las ganas de dar fin a alguna vida que habite esta tierra.
Una pizca de mala suerte, una baldosa floja y usted puede estar seguro que este fue el día más feo (estética e históricamente) del año.



Léase que el autor de esta declaración fue poseído por un espíritu de antaño, ambicioso y descerebrado que transita por la Avenida Callao en el horario de la siesta. ¡Cuidado!