Anoche acepté mi futuro.
Lo vi claramente durante dos segundos, como cuando se recuerda una cara, un gesto, una melodía. Y es tan intenso.
Me acostumbré a no malgastar tiempo en recorrer de lleno el camino que me lleva a la calma. A no invertir en equilibrio ni buscar que mi matriz sea sensible como un todo, que tenga la capacidad de crecer como crecen los árboles, por sus copas y por sus raíces. Por lo mundano y terrenal como por lo divino y vertical.
Admití que mi propio idioma es nulo. Que puedo dialogar con ser vivo que me proponga, a la manera que lo asimilen mis sentidos, pero no con los rincones de mi razón que se destiñeron, que hace tiempo ya declararon su independencia y por motu proprio se mantienen con vida.
Esta mutación de imágenes a palabras es solo para apaciguar un frió que quema las manos. Para arrancar intencionalmente la corteza rancia de mis tripas que, como flores de un vergel en llamas, sufren. Sufren por ser mías, no por ser tripas.
Y sin aliento ni asombro vuelvo a acostarme.
El peso de mi cabeza, que cede ante la ley de la gravedad, maquilla el impulso descontrolado de mi manía por atender a los pequeños charcos de mi personalidad que lloran de soledad, con la idea de que mañana leeré esta confesión como una tesis verborrágica acerca del insomnio y la maldición de tener que madrugar.
gracias grillito,siempre mimando!!
ResponderEliminarun abrazo.
tremeeendo
ResponderEliminarq pasó magulo, dejaste de escribir?
ResponderEliminarla gente quiere más!!
raco
tengo que retomar..
ResponderEliminarestoy estudiando.
abrazo!