(...)Justamente por eso decidió devolverle a sus ojos la capacidad de mirar más allá de lo existente.
Se armó con linos y telas viejas un gran caparazón donde sería capaz de vivir cómodamente el resto de su vida.
Bordó en su pecho algunas verdades que esperaba no olvidar, arrancó de su cabeza todo el pelaje que ya no usaba y emprendió viaje.
Capaz por su imposibilidad de volar o su ambición humanoide de perpetuar por siempre en el recuerdo popular fue que decidió caminar.
Para saldar sus propias cuentas, para poner orden a sus ideas, para volver a ver como una vez vio.
Rojo, celeste, violeta, amarillo, naranja, rojo otra vez. Su caparazón metamórfico fue visto por cientos de personas y seres que le obsequiaron un instante de su memoria, en algún otro momento de su vida, haciéndolo eterno y feliz.
Cadáver exquisito,Revista La Sed Verdadera
Un cadáver exquisito en el que particip+e este mes.
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